Sangre y Destino de Kümarag, el Sultán.
Kümarag es azotado con cadenas y su espalda sangra.
Las gotas caen sobre la bóveda celeste de la dimensión por la que avanzan; el galeón de Oícaro está a la vista.
Espantosa e imponente es la figura del malvado de la máscara de hierro.
El silencio de la sangre es tan profundo como el dolor y las gotas se van uniendo y forman un sendero que se pierde en el infinito.
Mientras avanzan hacia la nave, las cadenas oxidadas se agitan sobre el cuerpo de el Sultán y es tal el ruido que los tripulantes de la nave maldita se asoman y vitorean a viva voz.
Suben a la nave y el malvado hace traer al prisionero.
Siente la gran satisfacción que esa imagen es la que verá su madre y es su venganza.
No puede olvidar el furor de ser derrotado.
Luego de mirar con desprecio el cuerpo de Kümarag pide a su maestre que sea colgado con cuerdas de los brazos y tengan el cuerpo suspendido en esa posición hasta que el decida que hacer.
Los centinelas del Sultán , ahora son estatuas de mármol que iluminan como cuarzo en lugar donde se halla el Sultán.
En el galeón , Kümarag es colgado de las muñecas. Con los brazos arriba, lo suben con cuerdas y lo atan a la madera que sostiene la vela mayor; con la cabeza gacha y sus cabellos ensangrentados caen sobre su rostro empañado en sudor.
Su cuerpo está suspendido con una gruesa maroma
La risa de Oícaro resuena; y ordena que continue la tortura echando sal sobre las heridas y que sus pies sean atados a una piedra de gran volumen.
El martirio no termina...
Comienza
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Eloisaodiosa